Las tecnologías de la información y la
comunicación (TIC) son, desde finales de los años 90, motores de cambio a
escala mundial. En la actualidad, forman parte de nuestro día a día,
permitiéndonos desarrollar aspectos como la interactividad y la participación.
Atendiendo
a la definición que la Real Academia Española (RAE) hace sobre el concepto de
interactivo y las palabras derivadas de él (como interacción o interactividad);
encontramos que la interacción es definida como la acción que se ejerce
recíprocamente entre dos o más objetos, agentes, fuerzas, funciones, etc. Por
su parte, interactivo, dispone de dos definiciones, la segunda de ellas,
específicamente centrada en el lenguaje informático, atendiendo a lo siguiente:
“Dicho de un programa: que permite una interacción, a modo de diálogo, entre
el ordenador y el usuario; y la interactividad, es definida como cualidad de
interactivo”[1]. Entre otros actores que delimitan y con su
aportación, enriquecen el término interactividad, destacamos la aportación de
Lladó y Atenas (2010: 351), quienes la definen como “proceso, acción o influencia mutua
o recíproca entre dos fenómenos,
factores o sistemas…”. Cabe destacar en esta definición la reciprocidad del
concepto, que denota un carácter beneficioso para las partes que interactúan.
La web
2.0 fue definida en el año 2004 por Tom O’Reilly[2]
como aquella que permite la participación e interacción entre diversos
usuarios/as. Se trata de la participación de diferentes agentes en la creación
de contenidos. Se diferencia de la web 1.0 porque permite al usuario
interactuar, participar y ser el protagonista del contenido expuesto, mientras
que en la anterior versión únicamente era espectador.
Ambos
conceptos, interactividad y web 2.0, van de la mano, pues su relación se hace
imprescindible. El cóctel de ambas permite al usuario navegar por la web a
través de herramientas. Posiblemente, la web 2.0 en su nacimiento no supiese de
esta necesidad, y haya sido consciente de la misma en su evolución.
Debemos tener en cuenta un factor
primordial y caracterizado por ser beneficiario esencial y último de la
interactividad: el usuario. El sujeto y las comunidades en las que se “mueve”
han permitido que la web 2.0 haya ido adquiriendo ese carácter interactivo. El
contacto del usuario con el mundo virtual es esencialmente interactivo,
haciendo uso de programas y aplicaciones de manera participativa y a través del
intercambio. Actualmente es impensable su irrevocabilidad o desaparición, pues
no se concibe la navegación en la web sin interactividad, no se concibe, por
ejemplo, realizar una búsqueda on-line
y no encontrar respuesta.
El
dinamismo de la web 2.0
Lo que
hace interesante a la web 2.0 son los elementos que la configuran: blogs, redes sociales, wikis, webs
interactivas y podcasts. En todos
estos elementos, la característica principal y común es la inclusión de
contenido. Cada una de estas herramientas dispone de un contenido y éste es
dinamizado de manera diferente. Para ello requiere de la interacción del
participante, quien en última instancia es quien va configurándolo. En palabras
de Lladó y Atenas (2010: 339), “cada uno
de estos elementos que configuran la web 2.0 es parte de una cadena y pueden
trabajar de manera independiente, pero son mucho más interesantes si se
conjugan en su trabajo, ya que amplían las probabilidades de obtener nuevos
resultados”[3].
Papel de la
interactividad en la innovación educativa
Si nos centramos en el nivel
educativo, hemos de destacar la existencia de nuevos ambientes o espacios de
aprendizaje, que involucran tanto a actores y actrices humanos como
tecnológicos, así como a las condiciones particulares del proceso de
enseñanza-aprendizaje y sus objetivos, lo cual nos permitirá llegar a crear una
situación educativa concreta. Una innovación curricular es un proyecto,
programa, tarea o actividad que de forma programada se está realizando en una
etapa educativa de forma novedosa y que puede suponer una mejora del proceso de
enseñanza-aprendizaje (Sevillano, 2011)[4].
Cuando se emplean tecnologías digitales, estos nuevos ambientes permiten
adecuar la situación educativa al espacio y tiempo propiciado por esos
recursos, así como dimensionar los cambios que acarrean en maestros, alumnos,
instituciones educativas y sus comunidades.
La realidad nos hace ver
que lo comentado en el párrafo anterior queda muy didáctico reflejado en la
teoría pero no es real en la práctica, sino que muchos profesores, como dice
Aparici (2010:13) “utilizan las nuevas tecnologías para seguir reproduciendo
viejas concepciones pedagógicas”, (…) mientras que los propios jóvenes,
fuera del aula, colaboran en las redes sociales utilizando un paradigma
solidario y colaborativo donde cada uno puede ser participante y coautor de
todo el proceso”. Esto nos muestra que la enseñanza va retrasada en el uso de
las Nuevas Tecnologías respecto del nivel de uso de las mismas en el que se
encuentran los alumnos.
Kaplún (2011:57) siguiendo
a Freire y reforzando así su postura, apuesta por la educación dialógica,
valorando el diálogo como motor de cambio de la realidad. Si esta educación es
tenida en cuenta por la educación actual, como debería serlo, buscará y
apostará por el papel activo de los educandos en la construcción de su propio
conocimiento. Esto supone una crítica a la educación basada solo en quien
enseña, la pasividad de los estudiantes que ésta genera y el sentido
unidireccional de la enseñanza que imposibilita el diálogo. Freire es
partidario del establecimiento de una relación recíproca entre los sujetos que
interactúan, de manera que la transmisión de la información sea colectiva. Así
pues, critica la relación que aún hoy se da en muchas aulas y la práctica que
con elementos innovadores queremos eliminar. Se trata de la docencia que siguen
ejerciendo los profesores/as con el uso de los medios convencionales de
comunicación: el profesor/a es el emisor, quien transmite el mensaje y lo
transmite al alumno/receptor. Freire nos invita a que en todo acto comunicativo,
sea cara a cara o mediatizado por una tecnología, se produzca un acto de
encuentro y de reciprocidad entre todos los que participan de ese canto
comunicativo (Aparici, 2011: 13).
Debemos
tener en cuenta que uno de los elementos característicos de la web 2.0 es el
principio de democratización de la cultura. Todos los recursos que encontramos
en la web 2.0 se desarrollan en la filosofía de la cooperación y la
participación y se elaboran entre todos. Un ejemplo de ello es un blog
convertido ahora por su creadora en web (http://www.aulapt.org/) en el que compartir y descargar material
sobre adaptaciones curriculares. Son muchos los colaboradores y muchos más los
que descargan su contenido para utilizarlo en sus clases. Como este, son muchos
los existentes, creando a su vez una gran red de recursos. Entonces, creemos
que, cada uno/a, desde sus necesidades, conocimientos y procedimientos a llevar
a cabo, educativamente hablando, debe incorporar, progresivamente, este tipo de
recursos en su quehacer didáctico. Mediante ellos y junto con la colaboración
de los estudiantes aprenderemos a colaborar y crear proyectos de participación
que fomenten la interacción.
[4] Guía didáctica de la asignatura
Diseño, Desarrollo e Innovación del Currículum:
http://serviweb.uned.es/conversorpdf/index.asp (consultado el
04-12-2011).
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